domingo, febrero 19, 2006

Bitácora de un Encuentro (11)

El clima me ha acompañado en estos días. Las noches se han hecho menos frías y durante los días, el calor del sol se ha atenuado gracias a las suaves brisas de aire fresco que soplan desde el sur.

Mi viaje ha sido un tanto más placentero. Las rutas se han convertido cada vez en caminos más ciertos y convincentes.

Consultar de vez en cuando el mapa y conocer de antemano donde llegaré, permite que cada uno de mis pasos sea llevado de manera más firme y confiado.

Sabía poco de este mapa antes de encontrarme con él...me es familiar, no tengo tanto trabajo al descifrarlo, pero siento que todo lo anterior en la existencia de este mapa y mi vida, se reduce a una categoría de prólogo. Como si el destino nos hubiese reservado desde años un rol en la cadena de sucesos y la historia, en que lo único importante parecía el que nos juntáramos en algún momento.

No en cualquiera. Sino en ESTE momento.

Quizás cuantas veces recorrí el lecho del mismo río mientras caminaba en círculos o a tientas en la oscuridad. Quizás cuantos ríos tuvo que recorrer esa botella antes de quedar flotando a la deriva en ese remanso donde la encontré.

Quizás cuantas veces alguien quiso lanzarla antes y el temor de perderla para siempre lo retuvo.

Dicho en pocas palabras, no creo que hayamos estado hechos el uno para el otro. En realidad, ni siquiera el azar tenia tantas probabilidades de juntarnos.
Venimos de lugares comunes, pero separados.

Llevo cierta calma en mi andar desde hace unos días. Ya no temo caminar más lento y vararme en el camino.
Creo que mi tozudez ha dado paso a la prudencia.

Ya no siento el impulso de romper a cabezazos los muros.
Siento que me adueño cada día de un tesón generoso y calmo que me permitirá no cejar hasta rodearlos.

Los fantasmas siguen recorriendo este camino conmigo...de día y de noche.
Cada vez me tiento más de pensar que vale la pena vivir por ciertas cosas.
Incluso, hay noches en que siento me rodea una frágil inmortalidad.

De esas que ya había olvidado.

martes, febrero 07, 2006

Bitácora de un Encuentro (10)



Hace algunas noches, mientras solidarizaba con mi desvelo y trataba de adivinar , sin éxito, donde estaría ubicado Aristarco, el cráter más brillante de la luna, me levanté y decidí caminar a tientas por la oscuridad.

Con un poco menos de miedo que antes, deseaba probarme que el tiempo que ocupaba en esperar el alba, noche tras noche, podría ser útil para avanzar.

En unas noches más sería luna nueva y no tendría más luz que la que recuerden mis ojos cerrados. Era el momento de intentarlo.

Caminar a tientas en la oscuridad no es fácil. Estar quieta en la penumbra ha logrado que los sonidos de la noche me tengan convertida en una experta.
Reconocer cada noche una voz nueva en esta jungla de insectos me ayuda a matar el tiempo.
Disfruto a veces poniéndole nombre a cada sonido. Un carraspeo de dioses metálicos por allá, un azar ronco de alas afiebradas por acá...

Cuando me sorprendo dedicando horas en bautizar cada sonido que me acompaña, me detengo casi asustada, imaginando que tanto nombre me puede causar una afección mental que devaste mi cerebro. Temo morirme sin recordar ni siquiera mi propio nombre. Los nombres hacen eso, a veces: Arruinan por exceso el lugar que ocupan.

Por eso pienso que es mejor identificarlos con colores y sensaciones . Me esfuerzo menos.

Esa noche me sentía valiente. Con la asesoría de mi brújula y con la hidalguía de llevar un tiempo en estas tierras, decidí caminar...a ratos a tientas... a ratos iluminada por los reflejos lunares.


Cuando no conoces el camino los tropiezos y los golpes suelen ser seguidos por la sutil advertencia que el camino a dado el paso a los árboles. Y a las ramas y a los baches del camino.
Muchas veces la vergüenza de terminar abrazada a un tronco sólo se ha visto opacada por la oscuridad.
Otras, mi risa se ha sumado al canto de los grillos.

Sí. He reído.

A poco andar, llegué a orillas de un río. De noche, el brillo de sus aguas me permitían ver que su cauce me impediría cruzarlo.
La acción continua de la erosión y su gran caudal no me dejaría siquiera imaginarme cruzando al otro lado sin poner en peligro lo que hoy me mantenía en pie: la vida.

No tenia más alternativa que caminar río abajo hasta encontrar algún remanso que me permitiera llegar al otro lado.
También podría descansar y nuevamente esperar la luz del día y así contar con un poco más de seguridad en los pasos que cruzarían esas aguas.
Pero ya había avanzado y el sueño aun no consumía mis piernas.

No muy lejos de ese lugar, logre divisar una llanura. Ahí el río sería menos torrentoso e incluso podrían existir pequeñas islas que me permitieran cruzar.

Mis pasos fueron encontrando cada vez el terreno más liso.

Cuando el sol asomaba por entre medio de los árboles fue como si cada gota del río despertara a la vida y le rindiera un homenaje.
El vaho de las humedades formaba una bruma placentera y la luz aparecía como inaugurando el mundo e invitándome a estrenarlo.

Me despojé de mi ropa y nadé al centro de una pequeña laguna que se formaba en el valle. Más despacio que nunca, cerrando los ojos de vez en cuando y respirando hondo. Boca arriba, brazos en cruz, piernas estiradas.

Con el agua densa y los pulmones llenos, mi cuerpo flotaba mejor, como queriendo salirse del agua en una especie de desdoblamiento.
Era silencio absoluto.

Fue ahí cuando noté un leve golpe en la cabeza. Estiré el brazo hacia atrás, dudando entre apartar un tronco o acercarlo más para apoyar la cabeza, pero el tronco era liso.
En un tanteo ciego, noté que era demasiado pequeño y liso para ser un tronco.

Era una botella. Una vez más mi alma ambientalista me hizo pegar un grito de rabia al sentir que una reserva tan natural como la que me rodeaba había sido violada por el desecho de la inconciencia urbana.

La quise arrojar cerca de mi ropa para guardarla hasta el próximo pueblo, pero me detuvo la inconfundible visión de ver un pedazo de papel en su interior.

Un mensaje en una botella?
En medio de un río?
Uno no lanza mensajes en botellas a los rios!!.
Los lanza al Mar!! Y ni siquiera los lanza!!
Son sólo fantasías dibujadas en los cuentos de piratas, naufragios e islas solitarias!!!

Pero era un mensaje dentro de una botella. Tomé aire. No se cuanto rato estuve mirándola. Luego, sin apartar mi mano de ella, nadé a la orilla..

La impaciencia y la curiosidad hacían mas lento el regreso. Me faltaba aire en los pulmones. Recuerdo que daba grandes bocanadas y no lograba más que tragar agua. Me esforzaba por salvar ese mensaje y poder leerlo.
Pero era al revés. La botella estaba salvando mi cuerpo, como un flotador, como una razón para llegar a la orilla.

Me vestí apenas con la ropa necesaria para cubrirme pobremente. Y ahí me quedé. Con la ansiedad carcomiendo mi mente. Con la curiosidad de leer el mensaje y encontrarme con palabras que no eran para mi.
¿Quien lo habrá lanzado al agua??
¿Qué espíritu yacía encerrado en un vidrio buscando un camino para volver a su origen.??
¿Quien selló esta botella lanzando un ultimo aliento de esperanza??
¿Quien necesitaba ser salvado milagrosamente al encontrar destino su grito de auxilio?

Pensaba que no tenia fuerzas para salvamentos. Apenas estaba logrando salvarme a mi misma. No tengo heroísmos de ninguna clase. Los días y el camino me estaban agotando y no podía imaginar tomando otro rumbo que no fuera el mío.

Me costó más de media hora en decidirme a abrirla. Al final, di con la fuerza y el compromiso que ayudaría a quien lo pedía y recorrería otros caminos para dar con la respuesta al deseo que continuaba sofocado por el vidrio.

No sé porque lo hice. Nadie me necesitaba. Tal vez hubiese bastado entregarle nuevamente la botella al río y seguir mi camino.
Fue la curiosidad, supongo. La fe que siempre he tenido en el destino puede haber ayudado también.

Abrí con esfuerzo el sello. Con una solemnidad extrema, voltee la botella para que botara un poco de agua que llevaba dentro. Así la sostuve un buen rato en el aire. Sentía las rodillas dislocadas y la boca seca. Deseaba respetar la intimidad de aquel mensaje. Sabía que una vez leído me convertiría en parte de otra historia. Que no era la mía.

Sentía culpa al estar a segundos de vulnerar un secreto, un destino. Un temor casi infantil de ser sorprendida revisando un cajón ajeno.

Han pasado días y noches desde este encuentro y aun siento el temor de saber que después de revisar el contenido, nada volvería a la normalidad. Lo presentía.

Logré sacar el papel con una rama y una delicada paciencia.
Como realizando un rito ancestral que me obligaría a elevar ese papel al cielo e invocar a algunos dioses.
Lo extendí sobre las hierbas.

La humedad había borrado algunas partes. Las letras en tinta habían dado paso a algunas manchas indelebles que impedirían descifrar el mensaje completo.

El papel era antiguo. Me pareció haber visto alguna vez uno similar años atrás. Las letras me eran familiares. El idioma no era desconocido. Los dibujos si. No tenía memoria de haber visto semejantes dibujos antes.

Lentamente logré ver de que se trataba.
No era un mensaje. Bueno...lo era, pero no un mensaje explicito, escrito, con verbos y solicitudes de auxilio, ni con puntos y comas.

Era un dibujo. El dibujo de un mapa. Algo rústico y muy poco científico. Pero con direcciones y nombres claros. Con rutas y lugares identificados con nombres nuevos y algunas señas que permitirían identificarlos mejor.

Un mapa.
Yo que me había trazado un camino mental...una ruta que solo vivía y crecía día a día en mi mente, en mi intuición y mi deseo de llegar al Encuentro, ahora tenia entre mis manos y apoyado en mis piernas, un mapa.

Prefiero no pensar en una broma macabra del destino. Prefiero no pensar que todo lo que he recorrido, mis desvelos y mis angustias fueron en vano y que ya existía un camino trazado para llegar.

Recorrí uno a uno los nombres descritos y ninguno se asemejaba al Encuentro. Tampoco había una señal de llegada, una meta, una cruz que marcara un tesoro escondido.
Sólo era un mapa.

En un segundo pensé arrojarlo nuevamente al río. Me acosté sobre la hierba, aprisionando ese pequeño pedazo de papel sobre mi pecho.
El cansancio fue vencido por el sueño. Y sería el sueño lo que me ayudaría a entender lo sucedido y lo que debía pasar después.

Dormí durante horas y al despertar, seguía aprisionando el mapa contra mi pecho. La tinta húmeda había dejado una marca en mi piel. Cerca de mi corazón había quedado algo parecido a una F.


Una F? de Ficción?, Fecundo?, Fase?, Felicidad?, Fénix?, Flecha?, Faro?, Fortuna?, Fuerza?, Fe?, Fundir??....

Fundir.

Eso era.... la humedad del papel y el calor de mi cuerpo habían logrado fundirme con la tinta de aquel mapa.

Una vez más recordé cuanto creo en los signos y en mi capacidad para interpretarlos. No era tan difícil.

Han pasado días. He camino bastante. Mi cuerpo aún se cansa cuesta arriba, pero mis compañeros de viaje, mi morral y yo, seguimos en camino.
Ahora nos acompaña un mapa.

Bitácora de un Encuentro (9)


Avanzar . Sólo avanzar.
Eso es lo que he logrado todos estos días.
Sigo aun sin poder dormir algunas noches, pero los días y la ruta me han llevado a sentirme cada vez más lejos del punto de partida.
No se si algún día vuelva a pasar por ahí...pero hoy sólo me dedico a avanzar.
Aquí ya no existen los caminos de vuelta. El punto de mi partida ya está marcado por mi ausencia. Ya no soy quien fui.


Hace tiempo que lo sé. Lo he aprendido en este viaje. Sigo conjugando el verbo volver, a veces con demasiada ligereza. Esta vez no deseo permitirme ese lujo.
Ya no vuelvo...ya partí.


Me quedan asuntos pendientes que aun me atan las piernas al caminar. Mentiría si digo que no pienso en ellos o que no los siento en cada paso.
Pero día a día me ocupo de ellos con la convicción de dejarlos atrás.
Y si al final de este viaje aún me acompañan, espero que sus ataduras se conviertan en seda...en algodón de azúcar...para saborearlos en el recuerdo con la dulzura del pasado.

Llegar al encuentro será nacer de nuevo. Arribando con los recuerdos de mi vida anterior, recordando la vida y el deseo de morir. De haber rogado noche tras noche que al cerrar los ojos no pudiera volver a respirar. Sumergirme en un sueño anhelado, placentero...liberador.
Mi nacimiento será casi como una reencarnación vívida y conciente.
Eso será mañana o pasado mañana o lo más probable es que pasen muchas mañanas antes de nacer.


Por ahora..solo me importan las fronteras....cruzarlas, en sentido de ida...no de vuelta, pero siempre dentro de la vida. La muerte cada vez me pierde más el paso.

Tengo conciencia que la imagen del nacer de nuevo será un proceso real. Lleno de humedad y desgarros, envuelto en un llanto rabioso, cubierto de sangre y con los párpados sellados. Sentiré nuevamente el frío y la presión sobre mis huesos. Confundiéndome al ir perdiendo la ingravidez y la dependencia.


Hoy sólo soy un pantano de células forzadas a juntarse y crecer y dividirse...estoy multiplicándome cada día más. Estoy creciendo para luego buscar una salida.
Buscar esa salida a tientas y a empujones, cegada por la sangre.


Esta vez no será necesario inventar mi nacimiento lleno de gasas y olores dulces. En este nacimiento no llegaré envuelta al mundo como un caramelo de cara rosada.

Mi memoria esta vez no será entretenida por las fantasías del amor y la dulce espera. Tampoco estaré acompañada de mis padres, aunque a veces, en sueños, pido a gritos que así sea.
Esta vez nadie cobija mis sueños con canciones de cuna y sueños infantiles.


Está vez nazco sola...sólo me acompañará el pecado del orgullo y la soberbia...el haber palpado el dolor y la derrota con mis manos. Con la conciencia clara de llevar la historia y la sangre de mi pasado.