martes, septiembre 12, 2006

Bitácora de un Encuentro (El Viaje Final)


Este mes se cumplirán 14 meses desde que inicié este viaje
Nació como una necesidad de gritar lo que me estaba matando, de llorar lo que ya no me dejaba dormir y de hablar de lo que era incapaz de hablar.

Al que recorra este viaje conmigo, se encontrará con un relato muchas veces tan íntimo que será imposible descifrar las palabras entre tanta metáfora y alegoría....

Escondí palabras tras las palabras...disfracé dolores y ausencias.... todo por emprender mi viaje hacia el Encuentro...

Estaba perdida y con claros signos de desorientación, la muerte de Cristián me había dado vuelta mil veces en el aire y no había caso de sostener mis pies firmes en la tierra.
Mientras intentaba caer, aparecían otros duelos de mi vida que habian quedado atrás sin haber sido llorados, sin haber sido enterrados.


De tanto buscar el sentido de los sucesos, todo perdió sentido...
Incluso la misma vida.
Sólo el dolor de no ver más a mis hijas me mantenían con vida.
Muchas veces escuché...”tu eres fuerte”... “es normal”... “ya pasará”.....
Resultó que ya no quise ser tan fuerte, nada parecía normal y todos los días sentía que nada pasaría....ni siquiera el tiempo.
La poca lucidez que me estaba dejando este inmenso dolor, me dio la fuerza mínima y necesaria para buscar ayuda.


Es así, como el 30 de Septiembre, después de 8 meses de duelo y dolor intenso, comencé a relatar lo que sería este camino a la recuperación de la cordura, la vida y el Encuentro con mi alma sanada y cicatrizada.

Durante un año fui relatando los rumbos, velocidades, maniobras y accidentes de mi viaje. Recorrerlo no sería ni fácil ni rápido. Nadie podía decirme cuanto duraría o si algún día el camino al Encuentro me llevaría donde necesitaba llegar.

Ha sido un camino largo, doloroso, pero nunca he estado sola. El comienzo de este viaje coincide con la primera vez que conocí a mi brújula (Bitácora de un Encuentro 1), Alejandra, mi psicóloga y compañera de viaje hasta el día de hoy.
Su sabiduría y apoyo siempre me han mostrado por donde no debo volver a pisar y cuales son los caminos que nunca debo olvidar que recorrí.


Mis compañeras de viaje (Bitácora de un Encuentro 4) sin saberlo, nunca me han dejado sola. Esa loca ardilla (Fernanda)y esa frágil mariposa (Francisca), son mis hijas.
Su inocencia, sus abrazos, su dulzura inagotable, han hecho que mi viaje valga cualquier esfuerzo. Sin saberlo me han acompañado en el dolor y en la soledad. Sin saberlo, sus sonrisas fueron fuerza, sus juegos fueron esperanza y sus abrazos fueron mi único motivo para apegarme a la vida. Sin saberlo, ellas SON y serán siempre mi vida.

En mi viaje conocí lugares y personas.
(Bitácora de un Encuentro 6 y 7).
A veces me hicieron bien....otras me hicieron mal.....pero siempre me ayudaron a avanzar.

Cometí errores e imprudencias... como también las cometieron conmigo.... pero siempre seguí avanzando.

Recibí sin entregar nada, pero también entregué para irme con las manos y el corazón vacío.


Después de cada experiencia vivida en estos lugares y con algunas personas sentía que el camino se me hacía cuesta arriba....erraba y vagaba.

Pero siempre pude avanzar.

Y recibí, el año nuevo en paz... en un lugar donde la noche me invitaba a creer en lo nuevo y en lo simple. (Bitácora de un Encuentro 8).
Y es así como en febrero de este año presencié mi propio nacimiento. (Bitácora de un Encuentro 9).
Como aquí lo relato, fue un proceso lleno de renuncias y dolores...pero sentí que una vez más podría ver la vida con la vida y no con la muerte.

Claramente, mi viaje hacia el Encuentro iba por la ruta acertada.

Ya caminaba con menos miedo y más ánimo.... ya me daba el gusto de descansar y de disfrutar del paisaje y de los ríos. Mi hablar ya no era pausado por efecto del dolor, sino que era la paz la que me hacía hablar y escribir con calma.



Cada día sentía que los fantasmas me dejaban caminar con mayor libertad.
Comencé a disfrutar de la brisa y de la risa y de la compañía de “mi mapa”...”mi dulce mapa” (Bitácora de un Encuentro 10). Al principio la incertidumbre, la incredulidad y la poca fe me frenaban, pero al poco andar, decidí seguir camino con mis compañeras de viaje y mi mapa.

Francisco(mi mapa y mi pueblo de Norati) sus hijos, mis hijas y yo, llevamos 8 meses compartiendo nuestras vidas, los fines de semana en familia y nos hemos rodeado de risas e invadido de energía pura.

Los 5 me han invadido de risa y energía pura.
Ver nuevamente la vida llena de amistad, cariño y ternura me ayuda a despertar y dormirme en paz.

Mi dolor tuvo muchas nombres a lo largo de este camino..se llamó soledad, se llamó angustia, depresión, y también muerte.
Hoy es lo que me hace sentir fuerte y viva.


Gracias a ti Alejandra.
A ti Francisca, mi hermosa y dulce amiga, a ti Fernandita, que con tu risa me mantuviste en pie.
Gracias Ché Hugo, que durante meses me alentaste a seguir escribiendo esta historia.
Gracias Vieja y Maca que siempre me permitieron conectarme con el recuerdo sin juzgarme.
Gracias Juan, por enseñarme que no estaba sola...
Gracias Negra y Paula “María” por su incondicional amistad.
Gracias Familia... que a pesar de la distancia y el silencio siempre los sentí a mi lado.
Y gracias a ti, mi amor, por ser ante todo, mi mejor amigo y secar mis lagrimas con tus dulces abrazos. Muchas veces entendiendo todo esto sólo con la sabiduría que te ha dado el amor y el cariño.


Han pasado 20 meses y no hay día que no piense en Cristián.
Aún sueño con él. Aún recuerdo lo maravilloso que es amar intensamente y lo doloroso que es perder a quien se ama.

Aún lloro su ausencia y pienso en lo que vivimos y dejamos de vivir.
Su partida encendió mil miedos y un mundo real. Tan real como mi dolor.

Pero el dolor se ha transformado en sosiego y mis lágrimas me permiten recordar que siempre tendrá un espacio importante en mi historia y mi corazón.

Hoy no pretendo vivir sin tristeza...sólo deseo vivirla sin juzgarla.


sábado, abril 22, 2006

Bitácora de un Encuentro (13)




El pueblo de Norati ha resultado ser un lugar apacible, entretenido y acogedor.
Sé que algún día tendré que partir, no para volver...sino para seguir avanzando.
Cada día me cuesta más recordar que esto puede ser sólo parte de mi viaje y no el fin.

Tengo muchos lugares que recorrer aun, debo encontrar el camino al Encuentro nuevamente, antes de sumirme en la estática de la comodidad y dejarme arropar por esta especie de tibieza hogareña que he encontrado aquí.

Ya llevo casi cuatro días y he conocido tanto de este lugar, como si llevara siglos.
Y no es una exageración.
Hay veces en que incluso tengo la impresión de estar frente a un deja vu.
Prefiero pensar que es algo que siempre soñé.
Me siento parte de esta gente, de sus costumbres, de sus ritos y sus calles.
Me es tan familiar todo.
Siento que vale la pena quedarme unos días mas....me convenzo a cada instante de que vale la pena vivir por estas cosas, aunque vivir algún día se acabe.

Como lo dije anteriormente, aun vivo mañanas en que creo estar frente a una inventada inmortalidad, frágil como un reloj de arena.
Como también hay momentos en que todo tan bello y cálido, tan inesperado y tan ansiado, me hacen temer que esto es lo que me tocaba vivir, justo antes de morir.
No exagero...así me siento hoy.

Siento estar sumida en un encantamiento tan sublime que sólo se podría vivir si estuviese cerca de la muerte.

Y me siento tan lejos de la muerte(hace tiempo que con la muerte estamos en paz).
Hace días que comienzo a entender que la muerte sólo hace lo suyo. Que a pesar de la muerte, la vida sigue.

El cuerpo no nos define, ni nos limita. Nadie llega solo hasta donde terminan físicamente sus extremidades. Pensamos que más allá de eso, no somos...No son.
No es así... La muerte acaba con un cuerpo, pero jamás logrará acabar con los recuerdos, las conexiones, ni el lejano sonido de las risas y las lagrimas vividas.

Entender esto ha sido parte de un proceso sanador que no ha sido fácil.
Hoy sé que no engaño a la vida, pensando en la muerte. No cometo infidelidad ni traición al acercarme a los recuerdos.
No hay ingratitud al llorar la muerte.
He derramado lágrimas como nunca antes en mi vida. Poco a poco dejan de ser parte del dolor.
Los nativos de Norati me han ayudado a comprender los mecanismos de la memoria y el conocimiento más que ninguna otra tribu.
Saben que la única forma de anular el recuerdo de la muerte es modificar el rastro de la vida.
Que para olvidar hay que reinventarse.

Durante mucho, pero mucho tiempo, pensé que para enfrentar el caos de la muerte debía esforzare a reestablecer el orden.
Aquí, la gente se inventa uno nuevo, que se distingue por ser precisamente opuesto al anterior.

Aquí he comprendido que el edificio no debe tratar de reconstruirse después del derrumbe, sino que una vez desmoronado, hay que construir uno distinto.

Antes decía que después de la muerte, la vida DEBE seguir. Hoy la recreo.
Es una fórmula del olvido bastante activa, que no se define por pensar en lo viejo, sino en lo nuevo.

No se si son concientes de los efectos de sus costumbres, Esto no es un desprecio a la muerte. Es un homenaje a la muerte y a los muertos.
Me ha ayudado a entender que quien muere ha sido tan importante que una vez que muere.....puede tener la certeza que ya nada puede seguir igual

No se me ocurre mayor homenaje a la muerte que ese.

Eso lo he aprendido aquí...en Norati.


jueves, marzo 02, 2006

Bitácora de un Encuentro (12)

Dos noches atrás arribé al pueblo de Norati. Y tengo la tibia sensación que pasaré algunas más en estas tierras.
Las razones son fundamentales para mantener esta inequívoca decisión. Son dos : La vida y la muerte.

La vida está aquí. No me he vuelto loca, no me he dado a la filosofía barata...pero la vida, en estos instantes quiere decir....no sé....lo que todos entendemos por vida : la suma de cosas que haces, lo que me va pasando a mi y a mi gente.

Para ser sincera ni siquiera sé muy bien cuales son las opciones que me ofrece esta vida. Sospecho que mi adaptación se irá dando con el tiempo. No tengo problema con eso. La paciencia me parece cada vez más familiar.

Mientras permanezca aquí, defenderé la vida que en estas tierras he encontrado con la armadura que más me convenga. Sobre la armadura vendrá un escudo y tras éste un abrigo, y encima un mantón y así, capa tras capa de carne disfrazada me iré convirtiendo en lo que quiero encontrar.
He luchado con cierto éxito por que esto no sea sólo el fruto de mi imaginación. El pueblo de Norati me tiene dulcemente encantada.
La hospitalidad de sus habitantes, la frescura de sus mañanas, los frutos de sus árboles y la serenidad de sus noches de luna y sin luna.

Ha sido tan lento este proceso de llegar al Encuentro, tan lleno de vacilaciones y fantasmas. Mis propias realidades y mis propias ficciones me han llevado a veces a querer despojarme de mis intenciones y echar pie atrás.
Pero hoy deseo renunciar a todos los esfuerzos de agarrar entre mis manos las ideas preconcebidas de lo que es el Encuentro y prefiero desear que estuviese aquí....en Norati...entre su gente...entre las laderas humedecidas por la niebla al amanecer. En la sal de sus guisos y en el dulce de sus vinos.

Me agrada...me agrado estando aquí.

Sé que quedarme unas noches más significará retrasar mi viaje al Encuentro. Por mientras, como dije, prefiero pensar que puede estar aquí.

No será fácil ser un anónimo en estas tierras. Por mientras estoy acompañada por absolutos extraños, gente que no sólo desconoce mi idioma y los motivos de mi estadía sino que ni siquiera conciben la hipótesis de mi existencia.

No pretendo olvidar el camino recorrido y el por recorrer mientras me quede. Porque sería una forma pasiva de apelar a la imaginación. Olvidar es imaginar que no fue. No es eso lo que quiero. Mi historia y mi destino, son lo que se yergue sobre mis dos pies.

Pretendo poco a poco acostumbrarme a esta idílica aldea de pocos nombres y pocas cosas, bautizadas sólo como quien las señala: agua, aire, bosque, “La esquina del limonero”, “La plaza de abajo”, “La cuesta del Roble”.
Pocos nombres. Este parece ser un mundo de verdad.

Por mientras...no hace falta nada más.

domingo, febrero 19, 2006

Bitácora de un Encuentro (11)

El clima me ha acompañado en estos días. Las noches se han hecho menos frías y durante los días, el calor del sol se ha atenuado gracias a las suaves brisas de aire fresco que soplan desde el sur.

Mi viaje ha sido un tanto más placentero. Las rutas se han convertido cada vez en caminos más ciertos y convincentes.

Consultar de vez en cuando el mapa y conocer de antemano donde llegaré, permite que cada uno de mis pasos sea llevado de manera más firme y confiado.

Sabía poco de este mapa antes de encontrarme con él...me es familiar, no tengo tanto trabajo al descifrarlo, pero siento que todo lo anterior en la existencia de este mapa y mi vida, se reduce a una categoría de prólogo. Como si el destino nos hubiese reservado desde años un rol en la cadena de sucesos y la historia, en que lo único importante parecía el que nos juntáramos en algún momento.

No en cualquiera. Sino en ESTE momento.

Quizás cuantas veces recorrí el lecho del mismo río mientras caminaba en círculos o a tientas en la oscuridad. Quizás cuantos ríos tuvo que recorrer esa botella antes de quedar flotando a la deriva en ese remanso donde la encontré.

Quizás cuantas veces alguien quiso lanzarla antes y el temor de perderla para siempre lo retuvo.

Dicho en pocas palabras, no creo que hayamos estado hechos el uno para el otro. En realidad, ni siquiera el azar tenia tantas probabilidades de juntarnos.
Venimos de lugares comunes, pero separados.

Llevo cierta calma en mi andar desde hace unos días. Ya no temo caminar más lento y vararme en el camino.
Creo que mi tozudez ha dado paso a la prudencia.

Ya no siento el impulso de romper a cabezazos los muros.
Siento que me adueño cada día de un tesón generoso y calmo que me permitirá no cejar hasta rodearlos.

Los fantasmas siguen recorriendo este camino conmigo...de día y de noche.
Cada vez me tiento más de pensar que vale la pena vivir por ciertas cosas.
Incluso, hay noches en que siento me rodea una frágil inmortalidad.

De esas que ya había olvidado.

martes, febrero 07, 2006

Bitácora de un Encuentro (10)



Hace algunas noches, mientras solidarizaba con mi desvelo y trataba de adivinar , sin éxito, donde estaría ubicado Aristarco, el cráter más brillante de la luna, me levanté y decidí caminar a tientas por la oscuridad.

Con un poco menos de miedo que antes, deseaba probarme que el tiempo que ocupaba en esperar el alba, noche tras noche, podría ser útil para avanzar.

En unas noches más sería luna nueva y no tendría más luz que la que recuerden mis ojos cerrados. Era el momento de intentarlo.

Caminar a tientas en la oscuridad no es fácil. Estar quieta en la penumbra ha logrado que los sonidos de la noche me tengan convertida en una experta.
Reconocer cada noche una voz nueva en esta jungla de insectos me ayuda a matar el tiempo.
Disfruto a veces poniéndole nombre a cada sonido. Un carraspeo de dioses metálicos por allá, un azar ronco de alas afiebradas por acá...

Cuando me sorprendo dedicando horas en bautizar cada sonido que me acompaña, me detengo casi asustada, imaginando que tanto nombre me puede causar una afección mental que devaste mi cerebro. Temo morirme sin recordar ni siquiera mi propio nombre. Los nombres hacen eso, a veces: Arruinan por exceso el lugar que ocupan.

Por eso pienso que es mejor identificarlos con colores y sensaciones . Me esfuerzo menos.

Esa noche me sentía valiente. Con la asesoría de mi brújula y con la hidalguía de llevar un tiempo en estas tierras, decidí caminar...a ratos a tientas... a ratos iluminada por los reflejos lunares.


Cuando no conoces el camino los tropiezos y los golpes suelen ser seguidos por la sutil advertencia que el camino a dado el paso a los árboles. Y a las ramas y a los baches del camino.
Muchas veces la vergüenza de terminar abrazada a un tronco sólo se ha visto opacada por la oscuridad.
Otras, mi risa se ha sumado al canto de los grillos.

Sí. He reído.

A poco andar, llegué a orillas de un río. De noche, el brillo de sus aguas me permitían ver que su cauce me impediría cruzarlo.
La acción continua de la erosión y su gran caudal no me dejaría siquiera imaginarme cruzando al otro lado sin poner en peligro lo que hoy me mantenía en pie: la vida.

No tenia más alternativa que caminar río abajo hasta encontrar algún remanso que me permitiera llegar al otro lado.
También podría descansar y nuevamente esperar la luz del día y así contar con un poco más de seguridad en los pasos que cruzarían esas aguas.
Pero ya había avanzado y el sueño aun no consumía mis piernas.

No muy lejos de ese lugar, logre divisar una llanura. Ahí el río sería menos torrentoso e incluso podrían existir pequeñas islas que me permitieran cruzar.

Mis pasos fueron encontrando cada vez el terreno más liso.

Cuando el sol asomaba por entre medio de los árboles fue como si cada gota del río despertara a la vida y le rindiera un homenaje.
El vaho de las humedades formaba una bruma placentera y la luz aparecía como inaugurando el mundo e invitándome a estrenarlo.

Me despojé de mi ropa y nadé al centro de una pequeña laguna que se formaba en el valle. Más despacio que nunca, cerrando los ojos de vez en cuando y respirando hondo. Boca arriba, brazos en cruz, piernas estiradas.

Con el agua densa y los pulmones llenos, mi cuerpo flotaba mejor, como queriendo salirse del agua en una especie de desdoblamiento.
Era silencio absoluto.

Fue ahí cuando noté un leve golpe en la cabeza. Estiré el brazo hacia atrás, dudando entre apartar un tronco o acercarlo más para apoyar la cabeza, pero el tronco era liso.
En un tanteo ciego, noté que era demasiado pequeño y liso para ser un tronco.

Era una botella. Una vez más mi alma ambientalista me hizo pegar un grito de rabia al sentir que una reserva tan natural como la que me rodeaba había sido violada por el desecho de la inconciencia urbana.

La quise arrojar cerca de mi ropa para guardarla hasta el próximo pueblo, pero me detuvo la inconfundible visión de ver un pedazo de papel en su interior.

Un mensaje en una botella?
En medio de un río?
Uno no lanza mensajes en botellas a los rios!!.
Los lanza al Mar!! Y ni siquiera los lanza!!
Son sólo fantasías dibujadas en los cuentos de piratas, naufragios e islas solitarias!!!

Pero era un mensaje dentro de una botella. Tomé aire. No se cuanto rato estuve mirándola. Luego, sin apartar mi mano de ella, nadé a la orilla..

La impaciencia y la curiosidad hacían mas lento el regreso. Me faltaba aire en los pulmones. Recuerdo que daba grandes bocanadas y no lograba más que tragar agua. Me esforzaba por salvar ese mensaje y poder leerlo.
Pero era al revés. La botella estaba salvando mi cuerpo, como un flotador, como una razón para llegar a la orilla.

Me vestí apenas con la ropa necesaria para cubrirme pobremente. Y ahí me quedé. Con la ansiedad carcomiendo mi mente. Con la curiosidad de leer el mensaje y encontrarme con palabras que no eran para mi.
¿Quien lo habrá lanzado al agua??
¿Qué espíritu yacía encerrado en un vidrio buscando un camino para volver a su origen.??
¿Quien selló esta botella lanzando un ultimo aliento de esperanza??
¿Quien necesitaba ser salvado milagrosamente al encontrar destino su grito de auxilio?

Pensaba que no tenia fuerzas para salvamentos. Apenas estaba logrando salvarme a mi misma. No tengo heroísmos de ninguna clase. Los días y el camino me estaban agotando y no podía imaginar tomando otro rumbo que no fuera el mío.

Me costó más de media hora en decidirme a abrirla. Al final, di con la fuerza y el compromiso que ayudaría a quien lo pedía y recorrería otros caminos para dar con la respuesta al deseo que continuaba sofocado por el vidrio.

No sé porque lo hice. Nadie me necesitaba. Tal vez hubiese bastado entregarle nuevamente la botella al río y seguir mi camino.
Fue la curiosidad, supongo. La fe que siempre he tenido en el destino puede haber ayudado también.

Abrí con esfuerzo el sello. Con una solemnidad extrema, voltee la botella para que botara un poco de agua que llevaba dentro. Así la sostuve un buen rato en el aire. Sentía las rodillas dislocadas y la boca seca. Deseaba respetar la intimidad de aquel mensaje. Sabía que una vez leído me convertiría en parte de otra historia. Que no era la mía.

Sentía culpa al estar a segundos de vulnerar un secreto, un destino. Un temor casi infantil de ser sorprendida revisando un cajón ajeno.

Han pasado días y noches desde este encuentro y aun siento el temor de saber que después de revisar el contenido, nada volvería a la normalidad. Lo presentía.

Logré sacar el papel con una rama y una delicada paciencia.
Como realizando un rito ancestral que me obligaría a elevar ese papel al cielo e invocar a algunos dioses.
Lo extendí sobre las hierbas.

La humedad había borrado algunas partes. Las letras en tinta habían dado paso a algunas manchas indelebles que impedirían descifrar el mensaje completo.

El papel era antiguo. Me pareció haber visto alguna vez uno similar años atrás. Las letras me eran familiares. El idioma no era desconocido. Los dibujos si. No tenía memoria de haber visto semejantes dibujos antes.

Lentamente logré ver de que se trataba.
No era un mensaje. Bueno...lo era, pero no un mensaje explicito, escrito, con verbos y solicitudes de auxilio, ni con puntos y comas.

Era un dibujo. El dibujo de un mapa. Algo rústico y muy poco científico. Pero con direcciones y nombres claros. Con rutas y lugares identificados con nombres nuevos y algunas señas que permitirían identificarlos mejor.

Un mapa.
Yo que me había trazado un camino mental...una ruta que solo vivía y crecía día a día en mi mente, en mi intuición y mi deseo de llegar al Encuentro, ahora tenia entre mis manos y apoyado en mis piernas, un mapa.

Prefiero no pensar en una broma macabra del destino. Prefiero no pensar que todo lo que he recorrido, mis desvelos y mis angustias fueron en vano y que ya existía un camino trazado para llegar.

Recorrí uno a uno los nombres descritos y ninguno se asemejaba al Encuentro. Tampoco había una señal de llegada, una meta, una cruz que marcara un tesoro escondido.
Sólo era un mapa.

En un segundo pensé arrojarlo nuevamente al río. Me acosté sobre la hierba, aprisionando ese pequeño pedazo de papel sobre mi pecho.
El cansancio fue vencido por el sueño. Y sería el sueño lo que me ayudaría a entender lo sucedido y lo que debía pasar después.

Dormí durante horas y al despertar, seguía aprisionando el mapa contra mi pecho. La tinta húmeda había dejado una marca en mi piel. Cerca de mi corazón había quedado algo parecido a una F.


Una F? de Ficción?, Fecundo?, Fase?, Felicidad?, Fénix?, Flecha?, Faro?, Fortuna?, Fuerza?, Fe?, Fundir??....

Fundir.

Eso era.... la humedad del papel y el calor de mi cuerpo habían logrado fundirme con la tinta de aquel mapa.

Una vez más recordé cuanto creo en los signos y en mi capacidad para interpretarlos. No era tan difícil.

Han pasado días. He camino bastante. Mi cuerpo aún se cansa cuesta arriba, pero mis compañeros de viaje, mi morral y yo, seguimos en camino.
Ahora nos acompaña un mapa.

Bitácora de un Encuentro (9)


Avanzar . Sólo avanzar.
Eso es lo que he logrado todos estos días.
Sigo aun sin poder dormir algunas noches, pero los días y la ruta me han llevado a sentirme cada vez más lejos del punto de partida.
No se si algún día vuelva a pasar por ahí...pero hoy sólo me dedico a avanzar.
Aquí ya no existen los caminos de vuelta. El punto de mi partida ya está marcado por mi ausencia. Ya no soy quien fui.


Hace tiempo que lo sé. Lo he aprendido en este viaje. Sigo conjugando el verbo volver, a veces con demasiada ligereza. Esta vez no deseo permitirme ese lujo.
Ya no vuelvo...ya partí.


Me quedan asuntos pendientes que aun me atan las piernas al caminar. Mentiría si digo que no pienso en ellos o que no los siento en cada paso.
Pero día a día me ocupo de ellos con la convicción de dejarlos atrás.
Y si al final de este viaje aún me acompañan, espero que sus ataduras se conviertan en seda...en algodón de azúcar...para saborearlos en el recuerdo con la dulzura del pasado.

Llegar al encuentro será nacer de nuevo. Arribando con los recuerdos de mi vida anterior, recordando la vida y el deseo de morir. De haber rogado noche tras noche que al cerrar los ojos no pudiera volver a respirar. Sumergirme en un sueño anhelado, placentero...liberador.
Mi nacimiento será casi como una reencarnación vívida y conciente.
Eso será mañana o pasado mañana o lo más probable es que pasen muchas mañanas antes de nacer.


Por ahora..solo me importan las fronteras....cruzarlas, en sentido de ida...no de vuelta, pero siempre dentro de la vida. La muerte cada vez me pierde más el paso.

Tengo conciencia que la imagen del nacer de nuevo será un proceso real. Lleno de humedad y desgarros, envuelto en un llanto rabioso, cubierto de sangre y con los párpados sellados. Sentiré nuevamente el frío y la presión sobre mis huesos. Confundiéndome al ir perdiendo la ingravidez y la dependencia.


Hoy sólo soy un pantano de células forzadas a juntarse y crecer y dividirse...estoy multiplicándome cada día más. Estoy creciendo para luego buscar una salida.
Buscar esa salida a tientas y a empujones, cegada por la sangre.


Esta vez no será necesario inventar mi nacimiento lleno de gasas y olores dulces. En este nacimiento no llegaré envuelta al mundo como un caramelo de cara rosada.

Mi memoria esta vez no será entretenida por las fantasías del amor y la dulce espera. Tampoco estaré acompañada de mis padres, aunque a veces, en sueños, pido a gritos que así sea.
Esta vez nadie cobija mis sueños con canciones de cuna y sueños infantiles.


Está vez nazco sola...sólo me acompañará el pecado del orgullo y la soberbia...el haber palpado el dolor y la derrota con mis manos. Con la conciencia clara de llevar la historia y la sangre de mi pasado.

viernes, enero 13, 2006

Bitácora de un Encuentro (8)

Extenuada, cansada, rendida..
Caminar no sólo me ha servido para ver la luminosidad de mis pasos, sino para sentir cada día el sonido quejumbroso de mis huesos y la debilidad de mis músculos.
Descansar me ayuda a entender que para acallarlos sólo puedo dejarlos gritar y sostener su lamento hasta que se agote....y así conciliar el sueño y esperar entre tinieblas y grillos el alba.
Aún no logro dormir de noche. La oscuridad aún no logra consolar mi espíritu.
Cierro los ojos con la esperanza de despertar al atardecer y poder ver la luna del la vigésima cuarta noche.
Se inicia un nuevo año en Oriente y los Dioses ascenderán al cielo para presentar sus respetos, con sus labios untados en miel para hablar solo de cosas dulces.
Será tiempo de reunir a la familia y los amigos. Hablar de las experiencias del año que se aleja, rendir homenaje a los antepasados y los que partieron antes que nosotros.
Habrán abrazos y ceremonias que ayuden al intercambio de buenos deseos.
Habrá reconciliación y entierro de rencores.
Dragones bailarán con leones, envueltos en sedas y brillos...deseosos de comenzar una nueva era.... llena de esperanzas y deseos de eternidad.

Para mi...sólo será un encuentro espiritual y conciliador con la noche.

Lo más probable es que en la lejanía logre distinguir los fuegos de algún pueblo tras las laderas.
Pero ahí estaré... en soledad y en paz.

Con la libertad de abrazar al viento y las estrellas y pedir como deseo llegar al Encuentro. No importa el tiempo que me tome. Sólo llegar.

Será el tiempo para enterrar los dolores del pasado...aún sabiendo que son inmortales.

Será el tiempo de gritar a los vientos por tranquilidad...aún sabiendo que no será tarea de ellos...sino sólo mía.

También será tiempo de trazar en mi memoria la ruta que deseo seguir y el final que deseo encontrar al término de este camino.
Será tiempo de sacar del morral la única botella de vino que llevo conmigo y brindar en la distancia por todo aquello que mantiene funcionando mi corazón y mi alma: La risa de mis compañeras de viaje, la fuerza de mis antepasados, la inocencia de mi infancia y la libertad que hoy me tiene sobre estas tierras.

Brindaré por la vida y la muerte...La buena y mala muerte. Por la que se espera y por la que sorprende.

Brindaré también por aquella noche que me sentí inmortal mientras hacíamos el amor.


Y la última copa... bebida gota a gota me ayudará a divagar y fantasear que mi fuerza tendrá la capacidad de limpiar los dolores a su paso, como un torrente de efecto curativo.

Y me dormiré al alba, sonriendo y embriagada... con la férrea convicción que en algún lugar nos volveremos encontrar.

Bitácora de un Encuentro (7)



Como en una película, estaríamos ante la ultima escena. Yo, en primer plano, caminando de espaldas al pueblo de Semahui..... Un primer plano glorioso, donde miro atrás, me detengo a escuchar por última vez los lejanos sonidos... sonrío y sigo por la senda que me ha de llevar al Encuentro.
La sensación de paz, me lleva incluso imaginar este final con un último guiño de complicidad a la cámara.

Pero esta película aun no tiene final..tampoco dará para una saga, pero lo cierto es que mi final es llegar al Encuentro. Conocer lo que me espera y compartir mi testimonio de viaje con mi historia.
Aún quedan muchos días para continuar tejiendo los hilos de esta trama.
El final no puede firmarse aquí. Si así fuese el fin de esta historia, me quedo sola y sin nada.
Y como soy la autora voluntaria de este guión a veces absurdo, me sumo a las protestas de un mal final y decido continuar.

A poco andar, una vez más me encuentro abandonada en el silencio del bosque. Ese silencio que me hace pensar y también pagar por las consecuencias de lo pensado. Porque ahora sé cosas nuevas.
Sé, por ejemplo que la única razón para disfrutar de este silencio es acallar el quejido monótono de los fantasmas que uno a uno van quedando atrás.
De algunos me he despedido con un fuerte abrazo, con tristeza, incluso reteniéndolos por largos minutos con la escasa fuerza que me quedaba en las manos, pero sabiendo que sin ellos es la única manera que tengo para avanzar.

Con otros, nos hemos despedido con dolor, mirándonos a los ojos, negándonos el destino con la cabeza y despidiéndonos con un hilo de voz. A ellos los he visto quedarse atrás, acompañados sólo de la lucidez del ultimo instante, esa capacidad de bajar los brazos al final del combate y aceptar la pérdida...la derrota.... Porque sí....para mi ha sido un triunfo más. Para eso he venido.

No para dejar mis fantasmas llorando mi ausencia certificada y condenada por el abandono, sino sólo para separar dos mundos en mi vida, por un purgatorio muchas veces confuso, un limbo poblado por islotes de cordura y soledad....y cada vez, al pasar por estos islotes, sentirme tan cliché como el Ave Fénix, sabiendo que no necesitaré otra perspectiva que mi paciencia para cruzarlos.

Sabiendo que al final no volveré.
Y pidiendo que la vida me respete y me conceda algo de tiempo para seguir avanzando.

sábado, enero 07, 2006

Bitácora de un Encuentro (6)

He recorrido valles, bosques, ríos, muros y también he caminado en círculos por varios días.
Llevo más de tres meses en este viaje y al mirar atrás siento esa tibia satisfacción que he avanzado.
Muchas veces con cierta lentitud que me impacienta...otras, enfrentando el dolor y la soledad...
También hay días que siento que este es el viaje mas frustrante en ese sentido. Lento, dolores y solitario.

Me he planteado teorías absurdas, sustentadas en la evidencia de mis pasos, donde he debido atreverme a despertar con pruebas ante controversias que me han quitado el sueño.

Hay veces en que siento que este viaje puede ser en balde. Como otros. Pasar tres o mas meses fuera de casa me hace sentir que volveré con la sensación de haber perdido el tiempo, volver con las maletas tan vacías como antes de partir.

Hay veces en que tengo la fortuna de presenciar algo hermoso en el camino, algo que por si solo compensa el viaje, el frío infernal, los sacrificios...y vuelvo a creer que volveré a casa mejor de lo que partí.

La brújula..esa pequeña brújula que me acompaña desde que partí, siempre me ha indicado el camino a tomar. Y como pensé desde un principio, me ha ayudado siempre, a ver por donde no debo volver a pisar.

Hace unos días, abandoné el último pueblo. Me hospedé ahí unos días. La gente era amistosa... con un especial sentido de la vida.
De día no hacían más que trabajar..tan laboriosamente que no tenían tiempo para levantar la vista y ver quien pasaba por su lado. Labraban la tierra, sembraban y sembraban con la fiel esperanza de ver la cosecha al término de la primavera.

Pero de noche era otro pueblo. Su gente reía, bailaba, tomaba grandes cantidades de vino y celebraba uno a uno sus ritos de fiesta hasta quedar extenuados, para levantarse al alba y volver a trabajar.

De día no conversaba con nadie..solo me limitaba a observarlos y esperar con ansias la noche para verlos florecer en esta especie de alegoría a la vida.

Eran amables. No pasó mucho tiempo para que me viera envuelta en sus ceremonias y bailes, celebrando no se qué...creo que el solo hecho de ver a gente feliz, aunque fuera de ocaso a ocaso.

Al pasar los días, o mejor dicho, las noches, sabía que debía partir en algún momento. No pertenecía a ese lugar. Debía seguir avanzando y quedarme ahí sería no concluir mi viaje al encuentro.

El pueblo de Semahui debía quedar atrás. Pero durante días pensé que distraerme y dejar de pensar un rato en la ruta que debía tomar más adelante me haría bien. No quería cuestionarme si el estar ahí perdería tiempo preciado, como tampoco pensaba en los beneficios que me traería el compartir con estas personas.

Hasta aquella noche.
Celebraban uno de sus mas importantes ritos. Las mujeres obsequiaban a los hombres regalos hechos por ellas mismas...con cuero, madera y arcilla. Y ellos les entregaban prendas de vestir que en conjunto adquirían días antes en un pueblo cercano conocido por elaborar prendas finas de seda y algodón, de colores vistosos y alegres.

Una vez intercambiado los regalos ellas debían vestir sus prendas y bailar al son de los tambores y del fuego. Ellos guardaban sus obsequios como tesoros dentro de sus hogares.

Y la fiesta comenzaba. Baile, vino, risas y olvido. Eran espíritus consumidos por la energía.

Los días anteriores había recogido unos pequeños trozos de madera , que con un par de piedras me ayudaron a hacer una figura parecida a una guitarra. Sabía que debía llevar un obsequio aquella noche. Sabía que habría alguien que recibiera mi regalo.

Esa noche también bailé...también bebí vino dulce y también me dejé llevar por el sonido de los tambores y el fuego...
Pero esa noche no hubo sedas para mi.... No me vestí con prendas nuevas para celebrar.

A la mañana siguiente, aprovechando que todos habían vuelto a sus tierras, empaqué y partí. Sólo me despedí de él. Había dejado su regalo sobre una mesa. De cerca era solo un trozo de madera..mirarla de lejos y con imaginación más parecía una guitarra.