jueves, marzo 02, 2006

Bitácora de un Encuentro (12)

Dos noches atrás arribé al pueblo de Norati. Y tengo la tibia sensación que pasaré algunas más en estas tierras.
Las razones son fundamentales para mantener esta inequívoca decisión. Son dos : La vida y la muerte.

La vida está aquí. No me he vuelto loca, no me he dado a la filosofía barata...pero la vida, en estos instantes quiere decir....no sé....lo que todos entendemos por vida : la suma de cosas que haces, lo que me va pasando a mi y a mi gente.

Para ser sincera ni siquiera sé muy bien cuales son las opciones que me ofrece esta vida. Sospecho que mi adaptación se irá dando con el tiempo. No tengo problema con eso. La paciencia me parece cada vez más familiar.

Mientras permanezca aquí, defenderé la vida que en estas tierras he encontrado con la armadura que más me convenga. Sobre la armadura vendrá un escudo y tras éste un abrigo, y encima un mantón y así, capa tras capa de carne disfrazada me iré convirtiendo en lo que quiero encontrar.
He luchado con cierto éxito por que esto no sea sólo el fruto de mi imaginación. El pueblo de Norati me tiene dulcemente encantada.
La hospitalidad de sus habitantes, la frescura de sus mañanas, los frutos de sus árboles y la serenidad de sus noches de luna y sin luna.

Ha sido tan lento este proceso de llegar al Encuentro, tan lleno de vacilaciones y fantasmas. Mis propias realidades y mis propias ficciones me han llevado a veces a querer despojarme de mis intenciones y echar pie atrás.
Pero hoy deseo renunciar a todos los esfuerzos de agarrar entre mis manos las ideas preconcebidas de lo que es el Encuentro y prefiero desear que estuviese aquí....en Norati...entre su gente...entre las laderas humedecidas por la niebla al amanecer. En la sal de sus guisos y en el dulce de sus vinos.

Me agrada...me agrado estando aquí.

Sé que quedarme unas noches más significará retrasar mi viaje al Encuentro. Por mientras, como dije, prefiero pensar que puede estar aquí.

No será fácil ser un anónimo en estas tierras. Por mientras estoy acompañada por absolutos extraños, gente que no sólo desconoce mi idioma y los motivos de mi estadía sino que ni siquiera conciben la hipótesis de mi existencia.

No pretendo olvidar el camino recorrido y el por recorrer mientras me quede. Porque sería una forma pasiva de apelar a la imaginación. Olvidar es imaginar que no fue. No es eso lo que quiero. Mi historia y mi destino, son lo que se yergue sobre mis dos pies.

Pretendo poco a poco acostumbrarme a esta idílica aldea de pocos nombres y pocas cosas, bautizadas sólo como quien las señala: agua, aire, bosque, “La esquina del limonero”, “La plaza de abajo”, “La cuesta del Roble”.
Pocos nombres. Este parece ser un mundo de verdad.

Por mientras...no hace falta nada más.

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