Los divido en seres que poseen un “alma hundida” y seres que tienen “alma de piel”.
Los primeros llevan el alma hundida, escondida, en un lugar donde es difícil entrar. Son quienes, que aún mirándolos a los ojos, es imposible saber que sienten, que piensan, que transmiten, que traman.
Generalmente , estando enfrente a uno de ellos, queda la sensación que sus palabras difieren de sus sentimientos, que sus acciones no van a la par con sus intenciones y que por más que lo intentemos... caso perdido....tienen el alma hundida.
También están los segundos...aquellos a quienes llamo con “alma de piel”. Son aquellas personas que llevan el alma en los ojos, en las palabras, en los gestos de sus manos, en su risa y en su piel.

Los hay de alma buena y alma no tan buena...pero la llevan por delante..como su carta de presentación, como su puerta de entrada.
Aunque sean segundos frente a ellos, dejan el recuerdo para toda la vida.
Trascienden más allá del tiempo compartido...más allá de los temas conversados... más allá de los recuerdos.
Son parecidos a aquellos libros que nunca olvidamos. Los disfrutamos, los leímos, los entendimos, nos entretuvimos, pero lo mejor de todo...nunca nos olvidamos de ellos.
Los con alma de piel trascienden, y al final de los días, son parte de la historia que nos llevamos de toda una vida.